“MIENTE, MIENTE, QUE ALGO QUEDA”
Es una premisa que muchos se la atribuyen a varios
jerarcas marxistas de los años 30’s, en que ellos mediante la propaganda, envenenaban de “su
verdad” al vulgo. Los Soviéticos o quienes vivían tras su poder, alambradas o muros hasta los
años 90’s, tenían una visión muy distinta de la vida en occidente y sus amistades o familiares
que habían alcanzado a escapar de las manos de los bolcheviques, se desesperaban por tratar
de hacerles ver que ellos vivían una ficción, que era un horror en comparación a la libertad
que ellos tenían. Cuando empezaron gracias a la modernidad de las comunicaciones a ver la
vida a este lado del mundo, muchos intentaron arrancar como fuera, ya que entendían que
vivían, no en la maravilla del pueblo para el pueblo y por el pueblo, sino en una gran mentira y
que ellos no eran más que borregos de los apetitos de poder que otros ostentaban.
Hasta que vino la Perestroika de Gorvachov, que hizo que ese imperio del mal cayera
lentamente y millones volvieran y otros empezaran a conocer la LIBERTAD. Muchos
pensábamos, especialmente en Chile, que aquellos que se inclinaban hacia su “Hermano
mayor” recapacitarían y cambiarían en su interior ese amor por el odio que los consume.
Desgraciadamente no fue así. Qué alegría más grande para el mundo libre recibir hospitalaria
y afectivamente a los del otro lado, y mostrar en directo por televisión cuando empezó a caer
el primer pedazo de muro; millones de personas después de millones de asesinados
empezaban a ser libres.
Recuerdo haber recibido a un joven amigo médico quien venía escapado desde Cuba, esto fue
después del año noventa; entonces temíamos que fuera deportado, ya que en su equipaje de
escape traía consigo unas hostias consagradas que su abuelo había guardado celosamente en
las cercanías de Camahuey y su temor era que se enteraran los Castristas y exigieran la vuelta
de nuestro amigo a su paraíso.
Trabajó clandestinamente, pero con contrato e imposiciones
durante el tiempo necesario para pedir su residencia en Chile, donde se casó y forma parte de
una linda familia. Pero lo interesante es que ya afincado en su nuevo país invitó a su madre a
venir a verlo. Llegó la dama y una de las primeras cosas que hizo fue llevarla al Jumbo de Viña
del Mar. Al ingresar ella y ver tantos escaparates con tal variedad de mercadería, se desmayó
y perdió el conocimiento ante tanta ficción vivida. Y sobre ficciones...
Se llama Oscar y sus compañeros de prisión lo conocen por el “Chepo” Sepúlveda. Él es un
Capitán de Carabineros que hasta nuestra última visita, aún estaba en prisión por el homicidio
y desaparición forzosa de un ciudadano de Arica; él perdió su empresa, su matrimonio, se
alejaron sus amigos ya que por esas cosas de la ficción era un asesino y secuestrador
permanente. Vaya sorpresa: su desaparecida víctima apareció hace poco viviendo
cómodamente en Lima... y a Chepo Sepúlveda la Corte Suprema le decretó su libertad, pero
mientras calculan la indemnización que le pagarán por los largos años que pasó tras las rejas,
aún estaba día y noche en el penal de Punta Peuco. Son casos que ni siquiera Kafka
imaginaría, ya que si fuera un civil, habría sido titular en la prensa, y las organizaciones de
Derechos Humanos estarían luchando denodadamente por sacar a nuestro camarada Capitán
de Carabineros Oscar Sepúlveda Castro a la calle. Probablemente al terminar este Editorial
nuestro personaje ya esté con los pocos familiares y escasos amigos que le quedaron. Él fue
digno y asumió esa injusticia ya que adentro del penal conoció a más de un centenar de
camaradas uniformados que como él, están presos por una simple Ficción Jurídica.
Como él fueron millones que sufrieron el encierro en Gulags, tras alambradas, mirando por
sobre el muro como crecían sus nietos en Berlín Oeste, y otros buscando lo que flotara para
navegar entre tiburones y llegar a Miami: esos que vivieron en el Paraíso Soviético o bajo su
dominación y que algunas de nuestras autoridades políticas y judiciales aún tienen como ideal
ficticio en sus retinas de la mentira.
Chepo, disfruta tu libertad y nunca olvides que eres de esos héroes de verdad, que muy pocos
quedan. Como también no olvides a los que te conversaron y escucharon cuando salías de tu
Contenedor de Punta Peuco; recuerda siempre a los Gendarmes que fueron tus celadores y
cumplieron fielmente con su deber, ellos estoy seguro te van a extrañar como lo haremos
nosotros, MIS CAMARADAS, en nuestra próxima visita de Septiembre, salvo que por ficción
jurídica aún estés esperando salir.