viernes, 14 de octubre de 2016

Editorial del Boletín Nº 15 Mis Camaradas

Chile sufre desde hace mucho tiempo la erosión sistemática de los valores cristianos que están en la base de la mayor y más esplendorosa civilización que el mundo haya conocido. 
Seducidos por el inmediatismo y los brillos materialistas y placenteros de la “modernidad”, los hombres fueron renunciando a las grandes perspectivas históricas, a los valores trascendentes y perennes, al esfuerzo ascensional de la cultura, al sentido del deber y al espíritu de sacrificio, ya sea a nivel personal o a nivel social. 
“La historia es maestra de la vida”, sentenciaba el gran Cicerón. No parece superfluo volvernos hacia la Roma imperial, en el momento de su decadencia, para tratar de entender lo que presenciamos en estos días. Tal vez para algunos este ejercicio pueda parecer aburrido y en una fuga hacia adelante, prefieran salir la magnificencia del cargo, la más reciente fiebre de la “modernidad” fútil y vacía. Tal vez Roma hasta en eso no dejará de ser una lección... 
De repente, el drama de esta Patria, una Nación que fue capaz de garantizar al mayor número de ciudadanos un conjunto más amplio de calidad de vida, pero que se condenó a sí misma a la decadencia, me parece calcado de otro drama vivido por otra civilización extraordinaria ‒el imperio romano. Un drama que terminó simbólicamente en una noche de Agosto de 410 DC, en Rávena. 
En esa noche un mensajero (siempre hay un mensaje de un mensajero, el tiempo sólo muda la naturaleza del mensajero) entró corriendo en el palacio de Rávena donde el emperador Honorio se encontraba retirado para escapar del cerco que el rey visigodo Alarico montó alrededor de Roma. La noticia y tan grave los presentes resuelven despertar a Honorio: Roma cayó en manos del invasor. 
Ante esa noticia, el emperador Honorio se declara consternado: “hacía poco que ella comió en mi mano”. El desaliento ante la respuesta desconcertante del emperador lleva a uno de los presentes a aclarar: Roma, su gallina preferida, estaba bien. Había sido la capital de su imperio y no su preferida la que cayó en manos del invasor. Honorio habrá suspirado de alivio pues por un momento pensó que fuese su gallina y no la ciudad la que pereció. 
Hacía muchos siglos que Roma era inviolable. Pero en ese Agosto de 410 DC, el rey visigodo Alarico atravesó la Porta Salaria y entró en Roma al frente de sus hombres. El saqueo comenzó. La propia hermana del emperador, Gala Placidia, estaba cautiva de Alarico, un jefe militar que supo sacar partido de las debilidades del otrora gran Imperio. 
Es necesario decir que el saqueo de Alarico fue sólo el primero ‒y ni siquiera el peor‒ de los muchos que reducirán a la orgullosa Roma a ser un símbolo de la decadencia. En cierto momento, los romanos se anticiparon a los invasores y antes de que montaran un asedio más, les abrieron las puertas de la ciudad para que en el momento del inevitable saqueo se mostraran más misericordiosos. Lo que no ocurrió. 
La historia de la reacción de Honorio al saber del saqueo de Roma fue probablemente dramatizada pero ha servido para ilustrar lo que bondadosamente designamos como decadencia del imperio romano. Frente a esa fabulosa civilización que se condenó a sí misma a la derrota, pocas cosas ilustrarán mejor el comportamiento de las elites romanas que el emperador llorando su gallina y no su ciudad. 
En este siglo XXI, Honorio, su ciudad y su gallina andan por ahí. Simplemente Roma se llama ahora nuestros camaradas presos en Punta Peuco. Y los Jefes Castrenses, tal como el emperador Honorio, desdeñan a los ALIADOS, no resuelven lo esencial, asisten abúlicos a los ataques de que son blancos y ante la injusticia fingen que no ven. ¿O ven solamente la muerte de su gallina? ‒ ¿con cuántas causas fútiles se entretienen semanalmente los altos mandos?‒ y no la caída de sus camaradas? 
En la Escuela Militar aprendí como los romanos hicieron su imperio. En verdad debíamos haber estudiado más como lo deshicieron. Porque Honorio y su gallina no ocurren por casualidad. Ellos son el resultado de una pseudo Familia Militar que se derrotó a sí misma antes de ser derrotada por los otros. De un imperio que acabó teniendo que pagar para no ser atacado por aquellos a los que antes pagaba para que lo defendiesen. 

¿No será que a los Jefes castrenses y a miles de ex uniformados y civiles beneficiados por el Gobierno Militar los atacó el Síndrome de Honorio y su Gallina? 

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